Psicología inversa materno-filial o la teoría de los pequeños cabroncetes. La ducha

Yo valoro mucho el trabajo de los psicólogos,  por eso les pido MUCHO perdón por la teoría que me acabo de sacar de la manga, pero creo que es totalmente acertada y verídica. Hablo de la teoría de la psicología inversa materno-filial o de los pequeños cabroncetes.
¿Y esto que es? diréis.  Pues no es otra cosa que el hecho de que tu retoño, ese pequeño ser por el que darías tu vida, al que adoras más que a nada y por el que has perdido una cantidad de horas de sueño que pueden medirse en campos de fútbol, tiene un funcionamiento mental muy parecido al del Marqués de Sade, y siempre, siempre, siempre, querrá que ocurra lo contrario de lo que tú has pensado/planeado/ideado y además conseguirá que cambies tu comportamiento y que encima, no te enfades. No te asustes, no es una venganza de tu vástago porque le diste el pecho un minuto más de lo que él tenía en el manual de bebés recién llegados. Lo hace sin ningún tipo de mala intención, simplemente necesita tenerte siempre, siempre, siempre en el máximo estado de tensión posible. Le viene de fábrica. Muy posiblemente sea una estrategia de supervivencia que estará estudiada en algún libro de Darwin (¿alguien tiene el Twitter de Darwin para mencionarle y que nos lo explique?).
Pero bueno, dejémonos de teoría y vayamos a la práctica con un caso muy representativo: La Ducha. 
 Todo comienza cuando tu pequeñ@ está dormido con esa cara de angelote que te vuelve loca y tú, en todo tu candor, e inconsciente aún de que la teoría de la Piscología Inversa Materno-Filial puede hacer aparición, tomas una decisión optimista a tope: "voy a aprovechar que el niño está dormido para darme una ducha". 
 Da igual si ipso facto te metes en la ducha o tardas una hora porque "aprovechas antes de ir a la ducha para tender / poner la octava lavadora/ doblar la ropa / mandar un whatsapp". Justo en el momento preciso en el que te has metido debajo de la alcachofa, con el agua calentita recorriendo tu cansado cuerpo, se activa la primera fase de la teoría de la Psicología Inversa Materno-Filial, y tu pequeño cabroncete particular comienza a pensar entre sueños "ay,  voy a aprovechar que mi madre está duchándose para ponerme a llorar como un berraco" para terminar, fiel como solo es él a sus convicciones, llorando como un cochinillo en el matadero. Normalmente te encuentras en un momento de éxtasis tan particular que el primer berrido no lo escuchas por el ruido del agua,  pero tu oído de felino, desarrollado gracias a unas goticas que le echan a la epidural,  te dice que algo está "sonando" en el mundo exterior. Sacas la cabeza de debajo de la ducha y efectivamente, el bebé está llorando y parece que le pasa algo nivel "le están quemando en una parrilla como a San Lorenzo de El Escorial". 
Si eres muy buena madre, ya estabas acabando de ducharte (es decir, solo te faltaba el suavizante, aclarado, mascarilla, aclarado y secarte), o tu bebé tiene menos de 3 meses, es muy probable que salgas a todo correr de la ducha. Pero también es posible que logres pensar (con remordimientos y mucha fuerza de voluntad) que en realidad el niño no tiene grandes motivos para llorar, e intentarás aguantar con otro pensamiento optimista: "a lo mejor si le dejo llorar se calma él solo..." -  (qué optimistas somos las madres...) 
En este punto se activa la segunda fase de la teoría de la Psicología Inversa. El pequeño cabroncete, master cum laude en hacer lo que le da la gana, decide callarse,  con lo cual tú, dispuesta a aprovechar esta racha de optimismo y buena suerte que sacude tu vida,  te relajas dentro de la ducha. Algo así como 2 segundos. Al tercer segundo comienzas a pensar que es muy posible que si está callado sea  porque haya metido la cabeza dentro de los barrotes de la cuna, (da igual que tu peque tenga un garbanzo digno del Guiness y la separación de los barrotes sea de -8 cm), o que se haya tragado al osito de peluche de 40 x 25 cm,  o alguna cosa de estas normales que le pasan a los bebés. Así que sales de la ducha así tal y como estás, chorreando con la crema suavizante todavía puesta y dejando unas preciosas huellas a lo largo de todo tu parqué.
Cuando llegas a la cuna, tu cachorro está, o bien dormido como un ceporro, o bien tranquilamente maquinando su siguiente fechoría, en cuyo caso, inicia la tercera y última fase de la teoría de la Psicología Inversa con un "ahora que mamá tiene una cara de preocupación mezclada con estupor y semi cabreo,  voy a sonreír mucho mucho, a ver si se le olvida que a) la he potado tres veces esta noche, b) no la estoy dejando ducharse, c) en realidad no me pasa nada, y d) lleva sin dormir unos cuantos meses".
Y lo que ocurre después de esa sonrisa, queridos amigos, no hace falta que os lo cuente. Que seguimos (inexplicablemente), reproduciéndonos. 

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